Pero la Unión Europea no tuvo un fenómeno equivalente y, por tanto, tampoco ninguna China a la que acusar...
Pero la Unión Europea no tuvo un fenómeno equivalente y, por tanto, tampoco ninguna China a la que acusar; sin embargo, como el propio Greenspan señaló en el mencionado discurso, sus tasas de interés también fueron históricamente bajas. No dejó de tener su buena burbuja, pero concentrada en países específicos, como España e Irlanda. Al hablar con familiares en Irlanda y con amigos en España, me ha sorprendido la frecuencia con que tendían a repetirse los mismos relatos y hasta las mismas imágenes: casas unifamiliares y edificios de apartamentos que se levantaban en medio de la nada, el mismo delirio, la misma dificultad para prescindir del propio escepticismo, la misma sensación de que la ley de gravitación de la economía (según la cual todo lo que sube tiene que bajar) había quedado sin efecto, la misma aparición misteriosamente omnipresente de los mismos BMW, la misma adhesión a la más peligrosa de las ficciones económicas, la de que “esta vez es diferente”. La otra gran semejanza entre Irlanda y España es la dificultad para salir de un agujero producido principalmente por una burbuja. (Por si algún lector se asombra ante esta metáfora, debo aclarar que, en términos generales, una burbuja es incapaz de producir un agujero, pero que las burbujas y las economías inmobiliarias sí pueden hacerlo, y efectivamente lo hacen.) Cuando los booms inmobiliarios quiebran, dejan sin trabajo a un enorme número de personas y hunden a otras en graves crisis de endeudamiento; y puesto que la recuperación en este campo siempre lastra el desarrollo del resto de la economía, se necesitará mucho tiempo para poder invertir la tendencia aun cuando las cosas comiencen a mejorar en otros sectores. El barco irlandés es más pequeño y tiene más vías de agua que el español, pero es posible que, precisamente por eso, los irlandeses vivan de modo menos engañoso la gravedad de sus problemas. Ya nos gustaría acusar de ello a los chinos, pero no podemos.
Fuente: ¡Huy!. John Lanchester. Editorial Anagrama. Barcelona. 2010.
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