Por consiguiente, toda fuerza política sostiene una interpretación ideológica de la sociedad...

Por consiguiente, toda fuerza política sostiene una interpretación ideológica de la sociedad, pero esta interpretación se refiere a una forma concreta de organización y ejercicio del poder, por esta razón, cada fuerza política propende a establecer, mantener o reformar el orden jurídico fundamental que organice, con arreglo a su interpretación ideológica, el poder político. Dicho con otras palabras, cada fuerza política pretende que el orden jurídico fundamental sea la regulación jurídica de su propia interpretación ideológica. Esta pretensión no podría llevarse a cabo si no existiera una natural congruencia entre las ideologías políticas y el sistema institucional y organizador del poder. En efecto, existe -como vimos- una congruencia o adecuación entre determinadas ideologías y ciertas instituciones políticas. No se puede concebir la ideología democrática sin el conjunto institucional que realiza, concretamente, dicha interpretación ideológica. Así, las instituciones delimitadoras del poder, el parlamento, el régimen parlamentario, la representación electoral, el sistema y juego de los partidos, efectúan y verifican, en la práctica, la interpretación ideológica democrática. Puede ocurrir, como advierte LOEWENSTEIN que se establezcan determinadas instituciones típicas de la ideología liberal o democrática, en un cuadro ideológico incongruente con la naturaleza de tales instituciones y entonces se asistirá, precisamente, al fenómeno de su desnaturalización, es decir, a la instrumentalización de las mismas en vista de finalidades políticas contrarias a las que normalmente y, que por su misma esencia les corresponden. Cabe la sospecha, o duda, de que esta última afirmación exagere la función de las ideologías, en la medida que subraya excesivamente, la congruencia entre una concreta ideología y ciertas instituciones, pero lo normal es que se dé esa adecuación, aunque pueda ocurrir que algunas instituciones pierdan su condicionamiento ideológico, se neutralicen, adquiriendo alcance exclusivamente técnico, indiferente a cualquier interpretación ideológica. En cambio, parece claro, que es muchísimo más difícil sustituir la fundamentación ideológica, normalmente establecida y aceptada, de una institución por otra que le es incongruente sin producirse su desnaturalización. En tales casos se ha recurrido siempre a las inevitables calificaciones justificadoras, típicas de los totalitarismos de derechas (por ejemplo, democracia “auténtica”, “representación orgánica”, etc.).

 

Fuente: Principios de Ciencia Política. Pablo Lucas Verdú. Editorial Tecnos. Madrid.1969.

 

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