Por desgracia, el arte de la Metis, que siguió prosperando como filosofía pragmática hasta el nacimiento del Imperio Romano, fue suplantado por la “absoluta verdad” de la filosofía platónica...

Por desgracia, el arte de la Metis, que siguió prosperando como filosofía pragmática hasta el nacimiento del Imperio Romano, fue suplantado por la “absoluta verdad” de la filosofía platónica, en la cual la fe religiosa y la ciencia se superponen la una a la otra sacrificando la sabiduría al dogma; y la gran biblioteca de Alejandría de Egipto, que simboliza dicha tradición de conocimiento, fue pasto de las llamas por los cristianos, que la consideraban sacrílega. Por lo demás, la inteligencia estratégica y la sabiduría no pueden ser esclavas de ningún poder absoluto, puesto que precisamente dicho vínculo les quitaría la linfa vital representada por la total libertad de pensamiento, imaginación y elección.

No es casual que el término “herejía”, con el cual las religiones monoteístas y los poderes inspirados por ellas marcaban y condenaban a aquellos que no respetaban la “absoluta verdad”, signifique etimológicamente “posibilidad de elección”. El héroe sabio de la tradición helénica es hereje por excelencia, indómito, sediento de conocimiento y capaz de actos extraordinarios. Su genialidad para encontrar vías de escape incluso en las situaciones más complicadas reside precisamente en la habilidad de pensar y actuar más allá de lo ordinario. Algunos milenios más tarde, William James, uno de los fundadores de la moderna psicología, afirmó: “El genio no es más que la capacidad de observar la realidad desde perspectivas no ordinarias”.

A la pregunta de un periodista sobre cuál era la diferencia entre el genio y la inteligencia normal, Albert Einstein respondió: “Mientras que una persona inteligente, cuando consigue encontrar una aguja en un pajar, queda satisfecha, el genio sigue buscando para encontrar una segunda, una tercera y si es posible una cuarta.

 

Fuente: El arte de la estratagema. Giorgio Nardote. RBA Libros. Barcelona. 2004.

 

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