Postman había escrito otra obra demoledora: <i> Divirtámonos hasta morir: el discurso público en la época del “show-business”</i>...

Postman había escrito otra obra demoledora: Divirtámonos hasta morir: el discurso público en la época del “show-business”. Y se preguntaba de qué reímos y por qué habíamos dejado de pensar. Y encontraba la respuesta en la televisión, porque ella era la responsable fundamental de la degradación del pensamiento. La manera superficial y entretenida de presentar la realidad había transformado la política, la educación, el periodismo, la ciencia y la religión. Postman se situaba entre quienes lamentaban la muerte de la palabra impresa. La televisión, como paradigma de las nuevas tecnologías, utilizaba un lenguaje fragmentado y discontinuo que desborda la realidad y la convertía en ficción. Al contrario de la célebre afirmación de McLuhan, Postman creía que el medio era la metáfora.

El sociólogo francés Pierre Bourdieu coincidía con Postman. Desde su obra Contrafuegos, acusaba al periodismo contemporáneo y a los periodistas de hacer el juego a los gobiernos neoliberales, que los utilizaban para imponer sus ideas entre los ciudadanos. Los espectadores de televisión, por ejemplo, creían que estaban informados, cuando lo poco que recibían eran cuatro pinceladas superficiales de la realidad. Los medios presentaban, según Bourdieu, una representación instantánea y discontinua del mundo, especialmente como un entretenimiento, generalmente reducida a las anécdotas más que a las cuestiones de fondo. Cuando los medios daban prioridad a las desgracias y desastres espectaculares, a la chismorrería morbosa, se inspiraban en una visión pesimista de la historia, y producían un efecto desmovilizador entre los ciudadanos. Los escándalos políticos salían a la luz no para mejorar la democracia sino por morbosidad, y creaban alarma social contra la política en general, una especie de xenofobia y desencanto que siempre beneficiaban a las posiciones conservadoras.

 

Fuente: Teorías del desconcierto. Santiago Ramentol. Ediciones Urano. Barcelona. 2004.

 

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