Precisamente en Alemania cunde una profunda desconfianza hacia el mundo financiero internacional...

Precisamente en Alemania cunde una profunda desconfianza hacia el mundo financiero internacional. En la parte oriental de nuestro país, la mayoría de las personas se criaron en un sistema completamente distinto, y en la parte occidental dominaba la economía social de mercado con una industria relativamente fuerte, basada en pequeñas y medianas empresas. Nos hemos hecho grandes con una economía productiva, con la industria. Los países de tradición comercial, como Gran Bretaña o los Países Bajos, en cambio, ya se las tenían que ver hace trescientos años con el mundo financiero y sus tejemanejes.

Los políticos alemanes querían demostrar que no iban a permanecer de brazos cruzados ante las maniobras del sector financiero. Esto no sólo se puso de manifiesto en el Partido Socialdemócrata (SPD), cuyo máximo dirigente de entonces, Franz Müntefering, acuñó la metáfora de la plaga de langostas, sino también en la Unión Demócrata-Cristiana (CDU). Ahora bien, este posicionamiento se ha dado siempre en relación con cuestiones que no pueden aislarse, como por ejemplo ahora la del salvamento del euro. Por encima de la mesa se cantan las cuarenta a los fondos de cobertura mientras por debajo se ayuda a los bancos del propio país. Lo mismo ocurre con el impuesto bancario, que va por mal camino.

En algunos aspectos se puede hablar perfectamente de una guerra fría entre los políticos y los mercados financieros. Pero al final retomo mi tesis de que los mercados marcan el rumbo y los políticos intervienen en todo caso puntualmente. Cuando el ministro de Hacienda alemán, Wolfgang Schäuble, visita la sala de operaciones del Deutsche Bank y se escandaliza de que tantas personas muy preparadas estén sentadas delante de sus pantallas mirando fijamente ristras de números, tiene toda la razón del mundo. ¿Por qué estas personas cualificadas no son ingenieros, por qué no están construyendo puentes o aparatos médicos? ¿Por qué se dedican en vez de ello a jugar improductivamente en los mercados de capitales? Ante esto, algún que otro político, desde luego, se pone a reflexionar.

 

Fuente: La crisis rompe las reglas. Max Otte. Editorial Planeta. Barcelona. 2011

 

« volver