¿Qué clase de sueño están viviendo nuestras sociedades cuando formulamos nuestros planes de vida individuales...

¿Qué clase de sueño están viviendo nuestras sociedades cuando formulamos nuestros planes de vida individuales en torno a la idea de la muy anhelada recuperación económica? Como estamos viendo, este concepto presenta dificultades de interpretación. Dejando de lado el hecho de que hemos conseguido salir de la recesión de 2011-2013, un fenómeno que es más bien un detalle técnico que una muestra de una mejora significativa en el nivel de actividad económica, todavía tenemos una pregunta en marcha: ¿Cuándo volveremos a la normalidad? ¿Será este mismo año o quizá el que viene?

Y cuando por fin venga nuestra nueva normalidad, ¿cómo será? Esta serie de preguntas no las solemos hacer, aunque a veces vienen contra nuestra explícita voluntad en las horas más inhóspitas de la noche. De hecho, el mismo Tarkovski distingue dos clases de sueño: los que nosotros mismos dirigimos, donde nosotros somos el director; y los que, por decirlo de alguna manera, somos los actores de un sueño que dirige otro. Los primeros suelen ser en tecnicolor, mientras que los segundos son más bien en blanco y negro, con detalles muy oscuros.

Todos intuimos que las cosas han cambiado, quizá para siempre; pero difícilmente nos atrevemos a preguntar de forma activa, ni siquiera en nuestros sueños más íntimos, qué nos depara el futuro. Y mientras esperamos y no osamos preguntar, nuestras vidas –como la del soldado Drogo en la novela de Dino Buzzati, El desierto de los tártaros, que durante décadas espera en una fortaleza fronteriza una invasión tártara que nunca llega– simplemente van pasando… Y con ellas nuestros sueños.

Ahora bien, quizá ha llegado el momento de plantearnos algunas de esas preguntas y hacerlo en serio. Quizá las respuestas que encontremos, aunque decepcionantes en relación con las expectativas más optimistas del pasado, no serán tan dolorosas como tememos. Si lo que está pasando sucede en todas las economías más desarrolladas del mundo, y ni Europa ni Japón ni Estados Unidos acaban de arrancar como en teoría tendrían que hacerlo, entonces por algo será. Un estancamiento tan generalizado no puede ser simplemente un problema de la política equivocada de un determinado país, ni puede venir de una falta de competitividad mundial.

 

Fuente: ¿Adiós a la crisis?. Edward Hugh. Ediciones Deusto-Grupo Planeta. Barcelona. 2014.

 

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