Queridos estadísticos: ¿no están ustedes un poco cansados de cantar día tras día que crece la riqueza en un mundo de pobreza...

Queridos estadísticos: ¿no están ustedes un poco cansados de cantar día tras día que crece la riqueza en un mundo de pobreza, de increíble indigencia cultural, de abrumadora fealdad, o de galeotes que arrastran su “riqueza” (sus coches) para matar el tiempo en medio de atascos de ciudades contaminadas?

“Una generación no puede someter a sus leyes las generaciones futuras” (artículo 28 de la Declaración de Derechos del Hombre y de los Ciudadanos, preámbulo de la Constitución de 1793). Mediten en el artículo 28, queridos estadísticos, en un mundo que ignora el futuro. Atrévanse a utilizar su poderoso cálculo estadístico, necesario, para determinar la verdadera riqueza. Y no para embaucar al ciudadano.

No se les reprocharán los errores, que provienen de la comicidad de la repetición. ¿Pero, no están allí para justificar el poder, para asegurar la veracidad de la mentira, para demostrar que la realidad es falsa, o que la verdad política no existe? Entonces, su papel no es envidiable, pero no podemos reprocharlo: una sociedad no puede existir sin magia ni fantasmagorías; y las fantasmagorías estadísticas tienen la cualidad de parecer científicas. Es fascinante que no nos podamos privar de las cifras y que no las creamos : ahí reside el carácter religioso de la estadística y de la economía.

Pulcher , escribió Suetonio, al ver a los pollos sagrados rehusar el alimento. Los hizo lanzar al mar, con el pretexto de que si no querían comer, por lo menos necesitarían beber. ¡Lanzarlos al mar a ustedes! ¡No, por supuesto! Pero, arrójense por sí mismos y digan: “Aquí estamos, no tenemos el conocimiento pero estamos obligados a proporcionar kilos de cifras, como otros proporcionan kilos de tuercas; si no, nos echan. Estamos acoplados a la cadena estadística. Desearíamos calcular otra cosa, por ejemplo el verdadero PIB, que considerara la destrucción del paisaje cometida por la empresa equis, y no el PIB que afirma que equis crea “riqueza”... Sabemos que equis es más bien pobreza... Nos gustaría decirlo, pero no nos atrevemos”.

Atrévanse.

Atrévanse a calcular los índices de contaminación visual, sonora, los índices de pobreza, de desgracia, de felicidad. Keynes, uno de los estetas de su tiempo, era un loco de la estadística. “Estadística y copulación”, escribe a Lytton Strachey desde las islas Orcadas, donde pasa su luna de miel con el pintor Duncan Grant. Amen sus armas. Y aprendan a usarlas contra sus amos.

Atrévanse a decir que no saben nada, o muy poco. Que sus modelos “sofisticados” son enormes fábricas de viento imposibles de manejar, y que la regla de tres sigue siendo, después de ciento cincuenta años de estadística (si nos remontamos hasta Quételet), el nec plus ultra de la previsión.


Digan a todo pulmón, ya que están en las calderas, que la economía no será jamás una ciencia experimental, que pueden construir cualquier “hecho estilizado” para probar lo contrario de lo que antes demostraron. Griten que sus modelos no son otra cosa que la voz del amo. Por lo demás, lo dicen ustedes mismos.

 

Fuente: Carta abierta a los Gurúes de la economía que nos toman por imbéciles. Bernard Maris. Ediciones Granica. Barcelona. 2001.

 

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