Según los patrones modernos, aquella especie de monasterios laicos, que eran los <i> colleges </i> de Oxford y Cambridge...
Según los patrones modernos, aquella especie de monasterios laicos, que eran los
colleges de Oxford y Cambridge, son una especie de muestrario de patología sexual. ¿Qué pensaríamos hoy día de un Lewis Carroll, cuya pasión era fotografiar niñas desnudas? Según los patrones victorianos sus peores vicios eran, casi sin duda, la glotonería, más que la lujuria, y las inclinaciones sentimentales por los jóvenes, propia de tantos profesores -casi con seguridad inclinaciones “platónicas” (la misma expresión es reveladora)- se situaban entre las excentricidades de los solteros empedernidos. Es nuestra época la que ha transformado la frase “hacer el amor” en un simple sinónimo del intercambio sexual. El mundo burgués estaba obsesionado por el sexo, pero no, necesariamente, por la promiscuidad sexual: la némesis típica de los mitos populares burgueses, como vio tan claramente el novelista Thomas Mann, se producía a partir de una
única caída desde el estado de gracia, como la sífilis terciaria del compositor Adrian Leverkuehn en
Dr. Faustus . El extremismo de estos temores refleja una ingenuidad o inocencia predominantes.
Fuente: La era del capital, 1848-1875. Eric Hobsbawm. Crítica. Barcelona. 1998.
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