Si de lo que se trata es de saber si Cataluña ha sido alguna vez independiente del Reino de España, la respuesta es “no” por la sencilla razón de que el Reino de España es posterior a la existencia de Cataluña como entidad jurídico-política y, por lo tanto, histórica. Una de las lucubraciones preferidas por la historiografía nacionalista española es la de si puede o no hablarse con propiedad de una conciencia de España o de las Españas con anterioridad a la unión de las Coronas de Castilla y Aragón. Cuestión asimismo ociosa por cuanto discute sobre la conciencia del ser de España, pero no sobre su fundamento material, porque, evidentemente, no existía, como no existe la Corona de España, que no es sino un objeto heráldico, carente de realidad material. España, como entidad política, surge de la unión de las dos Coronas citadas y el uso del vocablo con anterioridad designa una multiplicidad de organizaciones de todo tipo e incluso de dominaciones políticas sometidas a civilizaciones y religiones distintas. Quien sostenga que España existe desde los tiempos de Recaredo o de Viriato ha de estar dispuesto a reconocer que esa España fue musulmana durante largos siglos. Si ese ser musulmán refleja una realidad sustancial o se trata de una ocupación pasajera es cosa que queda para polémicas posteriores y no de gran interés.
Así pues, el problema pasa a ser si Cataluña fue independiente en algún momento con anterioridad a la existencia misma de España, incluso con anterioridad al auge de la noción de soberanía como poder territorial de los Estados y hasta el concepto mismo de Estado, y eso es bastante innecesario. Cataluña empieza a existir en forma de condados como parte de la Marca Hispánica del Imperio carolingio en el siglo IX. Manuel Castells considera que “su nacimiento oficial como nación suele fecharse en 988, cuando el conde Borrell cortó finalmente los lazos con el resto del Imperio carolingio”. En el siglo X el condado de Barcelona, como el resto de la Marca Hispánica, es prácticamente independiente de la monarquía carolingia y trata de expandirse mediante anexiones hasta que, gracias al matrimonio de Ramón Berenguer IV con Petronila de Aragón, el condado de Barcelona pasó a formar parte de la Corona de Aragón, aunque conservando todas sus instituciones y leyes. El propio Ramón Berenguer sucedió a su suegro, Ramiro, que se retiró a un convento y, aunque no está definitivamente claro bajo qué títulos gobernaron él y su descendencia, es razonable sostener la tesis de que la dinastía reinante en Aragón fue la Casa de Barcelona. El acceso al trono de Jaime I el Conquistador engrandeció la Corona con numerosas conquistas y, poco a poco, se fueron estableciendo las instituciones que darían personalidad a la posterior Cataluña, las Cortes Catalanas, establecidas en 1192, y la Generalitat de Cataluña, en 1365. Algunos de sus documentos institucionales básicos tuvieron alcance internacional. El Libro del consulado del mar, de 1370, la más importante recopilación del derecho marítimo del Mediterráneo, traducido a distintas lenguas, estuvo en vigor hasta el siglo XIX.
Fuente: La República Catalana. Ramón Cotarelo. Ara Llibres. Barcelona. 2016.