Si uno ha nacido animal político, es de lo más incómodo no pertenecer a ningún partido; uno se siente abandonado, solitario e inútil...

Si uno ha nacido animal político, es de lo más incómodo no pertenecer a ningún partido; uno se siente abandonado, solitario e inútil. Si el partido de uno es fuerte y su programa y su filosofía son atractivos, y si satisface los instintos gregarios, prácticos e intelectuales, todos al mismo tiempo, ¡qué agradable debe ser!  -vale la pena destinarle una suscripción generosa y todo el tiempo disponible-, si se es animal político.

Así, el animal político que no puede resignarse a pronunciar las palabras de desprecio  “No soy hombre de partido”, preferirá pertenecer a cualquier partido antes que no pertenecer a ninguno. Si no puede encontrar un hogar en virtud del principio de atracción, tiene que encontrarlo en virtud del principio de repulsión y va a los que le desagradan menos, antes que permanecer aislado.

Consideremos ahora mi propio caso: ¿A dónde he ido a parar en virtud de esta prueba negativa?  ¿Cómo podría resignarme a ser un conservador?  No me ofrecen ni comida ni bebida, ni consuelo intelectual o espiritual. No me sentiría divertido, ni estimulado, ni edificado. Lo que es común en la atmósfera, la mentalidad, la visión de la vida de  -bien, no mencionaré nombres-  no promueve ni mi interés propio ni el bien público. No lleva a ninguna parte; no satisface ningún ideal; no conforma ningún patrón intelectual; ni siquiera es sano o está calculado para defender, frente a los que lo arruinan, el grado de civilización que ya hemos alcanzado.

Entonces, ¿debo adherirme al Partido Laborista?  Superficialmente esto es más atractivo. Pero si bien se mira, hay grandes dificultades. Para empezar, es un partido de clase, y la clase no es la mía. Si he de perseguir intereses sectoriales, perseguiré el mío propio. Cuando se llega a la lucha de clases como tal, mi patriotismo local y personal, como los de cualquier otro, excepto algunos entusiastas desagradables, está vinculado a mi propio ambiente. Puedo estar influido por lo que me parece ser justicia y buen sentido, pero la guerra de clases me encontrará del lado de la bourgeoisie educada.

Pero, por encima de todo, no creo que los elementos intelectuales del Partido Laborista ejerzan nunca un control adecuado: siempre será demasiado lo que deciden aquellos que no saben en absoluto  de qué están hablando; y si –lo que no es improbable-  el control del partido lo detenta un círculo interno autocrático, este control será ejercido en interés del ala extrema izquierda, la sección del Partido Laborista que definiría como “partido de la catástrofe”.

Según la prueba negativa, me inclino a creer que el Partido Liberal es todavía el mejor instrumento de programa futuro, pero sólo si tuviera un liderazgo fuerte y el programa adecuado.

 

 

Fuente: Las posibilidades económicas de nuestros nietos. John Maynard Keynes/Joaquín Estefanía. Penguin Random House Grupo Editorial. Barcelona. 2015.

 

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