Sin embargo, hay una serie de características esenciales del análisis de Marx que siguen siendo válidas y relevantes...

Sin embargo, hay una serie de características esenciales del análisis de Marx que siguen siendo válidas y relevantes. La primera, obviamente, es el análisis de la irresistible dinámica global del desarrollo económico capitalista y su capacidad de destruir todo lo anterior, incluyendo también aquellos aspectos de la herencia del pasado humano de los que se benefició el capitalismo, como por ejemplo las estructuras familiares. La segunda es el análisis del mecanismo de crecimiento capitalista mediante la generación de “contradicciones” internas: interminables arrebatos de tensiones y resoluciones temporales, crecimiento abocado a la crisis y al cambio, todos produciendo concentración económica en una economía cada vez más globalizada. Mao soñaba con una sociedad constantemente renovada a través de una incesante revolución; el capitalismo ha hecho realidad este proyecto mediante el cambio histórico a través de lo que Schumpeter (siguiendo a Marx) denominó la interminable “destrucción creativa”. Marx creía que este proceso conduciría finalmente –tendría que conducir- a una economía enormemente concentrada, que es exactamente a lo que Attali se refería cuando en una entrevista reciente dijo que el número de personas que deciden lo que sucede en ella es del orden de 1.000, o como mucho de 10.000. Marx creía que esto conduciría a la sustitución del capitalismo, una predicción que todavía me suena plausible, aunque de modo distinto al que Marx anticipó.

Por otro lado, su predicción de que tendría lugar mediante la “expropiación de los expropiadores” a través de un vasto proletariado que conduciría al socialismo no estaba basada en su análisis del mecanismo del capitalismo, sino en diferentes suposiciones a priori. Como mucho se basaba en la predicción de que la industrialización produciría poblaciones empleadas en su mayoría como asalariados manuales, tal como estaba sucediendo en Inglaterra en aquella época. Esto era bastante correcto como predicción a medio plazo, pero no, como bien sabemos, a largo plazo. Después de la década de 1840, tampoco esperaban Marx ni Engels que el capitalismo provocase el empobrecimiento políticamente radicalizador que anhelaban. Como era obvio para ambos, grandes sectores del proletariado no se estaban empobreciendo en absoluto. De hecho, un observador americano de los congresos sólidamente proletarios del Partido Socialdemócrata Alemán en la década de 1900 reparó en que los camaradas tenían el aspecto de estar “una barra de pan o dos por encima de la pobreza”. Por otro lado, el evidente crecimiento de la desigualdad económica entre diferentes partes del mundo y entre clases no produce necesariamente la “expropiación de los expropiadores” de Marx. En pocas palabras, en su análisis se leían esperanzas en el futuro, pero no derivaban del mismo.

La tercera característica es mejor ponerla en palabras de sir John Hicks, galardonado con el premio Novel de Economía. “La mayoría de aquellos que desean establecer un curso general de la historia”, escribió, “utilizarían las categorías marxistas o una versión modificada de las mismas, puesto que hay pocas versiones alternativas disponibles”.

No podemos prever las soluciones de los problemas a los que se enfrenta el mundo en el siglo XXI, pero para que haya alguna posibilidad de éxito deben plantearse las preguntas de Marx, aunque no se quieran aceptar las diferentes respuestas de sus discípulos.

 

Fuente: Cómo cambiar el mundo. Eric Hobsbawm. Editorial Crítica. Barcelona.2011.

 

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