Somos a menudo víctimas de lo que algunos autores han escrito como un <i>modo de vida esclavo</i>...
Somos a menudo víctimas de lo que algunos autores han escrito como un
modo de vida esclavo. En virtud de este último, tendemos a pensar que seremos más felices cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos y, sobre todo, más bienes consigamos consumir. En un capítulo posterior nos referiremos al hecho de que la identificación entre consumo, por un lado, y felicidad y bienestar, por el otro, es un formidable engaño. Serge Latouche ha apuntado que en la trastienda de ese engaño hay tres grandes procesos, vitales para explicar por qué se ha asentado ese modo de vida esclavo del que hablamos. El primero es la publicidad, esto es, un conjunto de técnicas, muy eficaces, que nos obligan a comprar lo que la más de las veces no necesitamos y, llegado el caso, aquello que objetivamente nos repugna. El segundo es el crédito, que nos permite conseguir dinero para adquirir eso que no precisamos. El tercero, en fin, es la caducidad: los bienes son producidos de tal manera que en un periodo de tiempo muy breve dejan de funcionar, con lo cual nos vemos en la obligación, o poco menos, de comprar otros nuevos.
Una historia muchas veces relatada refleja bien a las claras lo que es el modo de vida esclavo. En una de sus versiones está ambientada en un pequeño pueblo de la costa mexicana. Un norteamericano se acerca a un pescador medio adormilado y le pregunta: “¿Por qué no dedica usted más tiempo a pescar?”. El mexicano responde que su trabajo cotidiano le permite atender de manera suficiente a las necesidades de su familia. El norteamericano pregunta entonces: “¿Qué hace usted el resto del tiempo?”. “Me levanto tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, echo la siesta con mi mujer, por la tarde quedo con mis amigos. Bebemos vino y tocamos la guitarra. Tengo una vida plena. “El norteamericano lo interrumpe: “Siga mi consejo: dedique más tiempo a la pesca. Con los beneficios podrá comprar un barco más grande y abrir su propia factoría. Se trasladará a la Ciudad de México, y luego a Nueva York, desde donde dirigirá sus negocios”. “¿Y después?”, pregunta el mexicano. “Después su empresa cotizará en bolsa y usted ganará mucho dinero.” “¿Y después?”, replica el pescador. “Después podrá jubilarse, vivir en un pequeño pueblo de la costa, levantarse tarde, jugar con sus hijos, pescar un poco, echar la siesta con su mujer y pasar la tarde con los amigos, bebiendo vino y tocando la guitarra…”
Fuente: El decrecimiento explicado con sencillez. Carlos Taibo. Los Libros de la Catarata.Madrid.2011.
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