También es muy cierto que todo sistema filosófico -como decía Nietzsche-, es “la autoconfesión de su autor y una especie de <i> mémoires </i> no queridas y no advertidas”...
También es muy cierto que todo sistema filosófico -como decía Nietzsche-, es “la autoconfesión de su autor y una especie de
mémoires no queridas y no advertidas”. Pero lo que cuenta es que esta autoconfesión se haya convertido en un lugar habitable para otros, como una concepción científica, como un mapa. Por lo cual sirve de mapa, de puerto y de refugio en el viaje angustioso o alegre de la existencia. También porque no hay otros mapas o puertos o refugios, y estas
mémoires son lo mejor que ofrece el mercado.
Agradezcamos sinceramente, por lo tanto, a los constructores de mapas transitables y de edificios habitables en los que la gente ha vivido confortablemente, sin preocupaciones excesivas. Una buena teoría científica, un buen libro de teoría no son, además, muy distintos de una buena novela.
Robinson Crusoe, Gulliver y Guerra y paz han hecho habitable la vida, han sido tan buenos mapas como la
Retórica de Aristóteles o el
Leviathan de Hobbes. O bien como la teoría atómica de Bohr y la de la relatividad de Einstein. Quizá son sólo géneros literarios distintos. El espíritu creador, o la naturaleza, o el “quién sabe qué” avanzan así, creando su mundo, con mil variantes, mil anfractuosidades y mil nichos ecológicos. científicos, filosóficos, literarios, sublimes y vulgares. Y puesto que la especie humana es una realidad increíblemente diversificada y diversificable, se necesitan condiciones climáticas generales y muchos nichos diferentes para asegurar su supervivencia y evolución. Hay gente que ha vivido durante años en el CERN de Ginebra, otros en los laboratorios de Bethesda, otros en la Semiótica, otros entre los Hare Krishna de Bagwan Shree Rajneesh, algunos incluso en el nicho poético creado por Tolkien con
El señor de los anillos .
Fuente: Valores. Francesco Alberoni. Editorial Gedisa. Barcelona. 1994.
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