Tampoco la “Nueva Economía”, apoyada en las NSI, ha sido el motor que se cree de la economía...
Tampoco la “Nueva Economía”, apoyada en las NSI, ha sido el motor que se cree de la economía (solamente supone un 4% de la cotización en bolsa). También es falso, aunque los periodistas, la televisión y algunos bestsellers nos digan lo contrario, que generará una “sociedad del ocio” (ya que las horas de trabajo se han incrementado). No han sido estas tecnologías, como hemos visto, las que han provocado el incremento de la productividad laboral y, consecuentemente, el crecimiento económico (aunque sí han ejercido su efecto en el campo de las finanzas, dotándolas de mayor poder). No han generado pleno empleo (unas líneas más adelante nos replantearemos el concepto “empleo”) y éste, al menos en EE.UU., ha crecido menos en los noventa que en los setenta y ochenta. La población adulta en edad laboral ha descendido en este período como consecuencia del descenso en la natalidad y la falta de entrada de la mujer en el mercado laboral norteamericano (ya que ésta participa altamente en el mismo, llegando casi al grado de saturación). No han supuesto las NSI una alta cualificación, ni siquiera en su industria. De hecho, los trabajadores cualificados suponen sólo un 4% de la misma, frente a la gran masa de trabajadores inmigrantes en condiciones laborales claramente precarias que pueblan Silicon Valley.
Mientras tanto, la ortodoxia sigue diciendo que hay que estimular el ahorro global para rebajar el déficit público (puesto que no hay ahorro privado), con lo que se debe reducir el gasto público, ya que la subida de impuestos supondría un freno al ahorro privado. La ortodoxia sigue considerando que el ahorro es la base de la acumulación del capital en los países en vías de desarrollo, pero no tiene en cuenta la desigual distribución de la renta y que el ahorro se produce en el estrato superior de la población. De nuevo reaparecen los círculos viciosos.
El neoliberalismo socava los valores que defiende, como el individuo y la familia. El primero trabaja más, quedando reducido al mínimo el tiempo de calidad que se comparte con el núcleo familiar (cada vez más disminuido). A éste (o a la pareja), le queda un espacio de tiempo residual, caracterizado por el agotamiento, las tensiones y la alienación que conduce a “olvidarse” o “relajarse” buscando el aislamiento, sin deseos ni energía para iniciar relaciones afectivas.
Fuente: Finanzas y sociedad. Dr.Fernando de Lucas y Murillo de la Cueva. Thomson Editores. Madrid. 2002.
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