Toda mujer que penetra en un reducto antaño masculino tiene que aprender una vez más de cabo a rabo la amarga lección...

Toda mujer que penetra en un reducto antaño masculino tiene que aprender una vez más de cabo a rabo la amarga lección. Descubrir que los hombres la odian le importaría menos si no les amase y no necesitase ser amada por ellos. Cuando al cabo de muchos meses acaba descubriendo que jamás le permitirán acceder a una auténtica camaradería y que la despreciarán tanto si les permite confianzas sexuales como si no, se queda desolada. Los hombres practican la crueldad y la discriminación en sus relaciones con otros hombres, en su lucha por escalar posiciones dentro de la jerarquía y en su búsqueda de chivos expiatorios contra los cuales formar piña, pero no los pueden destruir con tanta facilidad como pueden hacerlo con las mujeres. Los trastornos psiquiátricos que afectan a las mujeres que se ven obligadas a abandonar enclaves masculinos como la policía, el ejército, la marina o el cuerpo de bomberos, nos muestran qué es lo que las hace enloquecer de dolor. Lo que nos afecta no es tanto que los hombres no nos dejen participar en la carrera masculina, sino nuestro desmesurado afán de unirnos a ella y el daño que permitimos que sufra nuestra autoestima antes de caer en la cuenta de que la batalla está perdida de antemano.

 

Fuente: La mujer completa. Germaine Greer.

 

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