Tras cinco años de combatir arduamente con los manuscritos de Marx, y con la vista cada vez más débil y reuma en las piernas...(Tristram Hunt)

Tras cinco años de combatir arduamente con los manuscritos de Marx, y con la vista cada vez más débil y reuma en las piernas, Engels finalmente se recompensó con unas vacaciones. Incluso en la vejez disfrutaba planeando viajes; de hecho, gente, ideas y lugares nuevos eran el secreto de su energía, y en 1888 los Estados Unidos prometían las tres cosas. Además, en 1886 había aparecido una edición norteamericana de La situación de la clase obrera en Inglaterra,  y tras soportar durante décadas la explotación más atroz, la clase obrera norteamericana parecía evolucionar hacia la conciencia de clase. “En este momento recibo los periódicos norteamericanos con noticias sobre la gran huelga de doce mil mineros del carbón de Pensilvania en el distrito de Connellsville”, escribió Engels en el apéndice a la edición norteamericana de La situación de la clase obrera. “Y me parece leer mi propia descripción de la huelga de mineros del norte de Inglaterra en 1844.”

Mark Twain bautizó “la edad dorada” a esa época de aristócratas  ladrones y proletariado urbano, de enorme riqueza y una pasmosa desigualdad. El poder industrial de los Vanderbilt, los Morgan, los Duke y los Carnegie (que llegarían a ser defensores del darwinismo social de Herbert Spencer) coexistía con el descontento obrero y los primeros indicios de socialismo. En 1886, el año de la “gran agitación”, más de setecientos mil trabajadores fueron a la huelga o hicieron frente a cierres patronales cuando se agudizaron las disputas por los recortes salariales, la mecanización y la descualificación. En Chicago, unos noventa mil trabajadores se manifestaron en la primera concentración del Primero de Mayo organizada por la Federación de Gremios Organizados y Sindicatos del Trabajo (pronto rebautizada como Federación Norteamericana del Trabajo), una demostración de fuerza que tres días después terminó en tragedia con la matanza de la plaza de Haymarket, donde la policía abrió fuego contra los manifestantes después del estallido de una bomba lanzada por los anarquistas. A diferencia de la pasividad de la clase obrera británica, “la fuerza americana” del movimiento estadounidense fue para Engels un hecho sumamente alentador: “El último paraíso burgués sobre la tierra está convirtiéndose deprisa en un purgatorio, y sólo el ritmo decidido al que tendrá lugar el desarrollo del joven proletariado de América puede impedir que se convierta, como Europa, en un infierno”, dijo a Florence Kelley Wischnewetzky, su traductora en los Estados Unidos. “¡Ojalá Marx hubiese vivido para verlo!”

 

Fuente: El Gentleman comunista. Tristram Hunt. Editorial Anagrama. Barcelona. 2011.

 

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