Una teoría ampliamente aceptada de las causas de la desigualdad mundial es la hipótesis de la geografía...
Una teoría ampliamente aceptada de las causas de la desigualdad mundial es la hipótesis de la geografía, que afirma que la gran brecha entre países ricos y pobres se debe a las diferencias geográficas. Muchos países pobres, como los de África, América Central y el sur de Asia, se encuentran entre los trópicos de Cáncer y Capricornio. En cambio, los países ricos suelen estar en latitudes templadas. Esta concentración geográfica de la pobreza y la prosperidad da un atractivo superficial a la hipótesis geográfica, que es el punto de partida de las teorías e ideas de muchos sociólogos y expertos. No obstante, no por eso está menos equivocada.
Ya a finales del siglo XVIII, el gran filósofo político francés Montesquieu observó la concentración geográfica de la prosperidad y la pobreza y propuso una explicación para ello. Afirmó que los habitantes de los climas tropicales tendían a ser holgazanes y a no ser nada curiosos. En consecuencia, no se esforzaban en el trabajo, ni innovaban, y ésa era la razón de que fueran pobres. También afirmaba que los individuos holgazanes tendían a estar gobernados por déspotas, lo que sugería que una ubicación tropical podía explicar no solamente la pobreza, sino también algunos de los fenómenos políticos asociados con el fracaso económico, como las dictaduras.
La teoría de que los países cálidos son intrínsecamente pobres, a pesar de contradecirse por el reciente y rápido avance económico de países como Singapur, Malasia y Botsuana, todavía es defendida enérgicamente por algunas voces, como la del economista Jeffrey Sachs. La versión moderna de esta idea hace énfasis no en los efectos directos del clima en el esfuerzo a la hora de trabajar o pensar, sino en dos argumentos adicionales: en primer lugar, que las enfermedades tropicales, sobre todo la malaria, tienen consecuencias muy adversas para la salud y, en consecuencia, para la productividad en el trabajo; en segundo lugar, que el suelo tropical no permite desarrollar una agricultura productiva. De todas formas, la conclusión es la misma: los climas templados tienen una ventaja relativa frente a las zonas tropicales y semitropicales.
Sin embargo, la desigualdad mundial no se puede explicar mediante climas o enfermedades, ni otras versiones de las hipótesis geográficas. Simplemente, pensemos en Nogales. Lo que separa a las dos partes no es el clima, la geografía ni las enfermedades medioambientales, sino la frontera entre Estados Unidos y México.
Si la hipótesis geográfica no puede explicar las diferencias entre el norte y el sur de Nogales, o Corea del Norte y del Sur, o entre las dos Alemanias antes de la caída del Muro de Berlín, ¿podría ser todavía una teoría útil para explicar las diferencias entre Norteamérica y Sudamérica? ¿O entre Europa y África? Sencillamente, no.
La historia ilustra que no existe una conexión sencilla ni duradera entre el clima o la geografía y el éxito económico. Por ejemplo, no es cierto que los trópicos siempre hayan sido más pobres que las latitudes templadas. Como vimos en el primer capítulo, en el momento de la conquista de América por parte de Cristóbal Colón, las zonas al sur del trópico de Cáncer y al norte del trópico de Capricornio, que hoy en día incluyen México, América Central, Perú y Bolivia, fueron los lugares en los que se desarrollaron las grandes civilizaciones azteca e inca. Aquellos imperios estaban centralizados políticamente y eran complejos, construyeron carreteras y eran capaces de aliviar las hambrunas. Los aztecas tenían dinero y escritura, y los incas, a pesar de carecer de estos dos elementos clave, registraron una cantidad ingente de información en cuerdas con nudos llamadas quipus. En cambio, en la época de los aztecas y los incas, el norte y el sur de la zona habitada por estos dos pueblos, que actualmente incluye Estados Unidos, Canadá, Argentina y Chile, estaban habitados en su mayoría por civilizaciones en la edad de Piedra que carecían de aquellas tecnologías. Por lo tanto, los trópicos de América eran mucho más ricos que las zonas templadas, lo que sugiere que el “hecho obvio” de la pobreza tropical ni es obvio ni es un hecho. Al contrario, la mayor riqueza de Estados Unidos y Canadá representa un cambio radical respecto a lo que había allí cuando llegaron los europeos.
Fuente: Por qué fracasan los países. Daron Acemoglu/James A.Robinson. Deusto.Barcelona.2012.
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