Voy en un tranvía, y voy reparando lentamente, como acostumbro, en todos los pormenores de las personas que tengo delante de mí. Para mí los pormenores son cosas, voces, letras...

Voy en un tranvía, y voy reparando lentamente, como acostumbro, en todos los pormenores de las personas que tengo delante de mí. Para mí los pormenores son cosas, voces, letras. En este vestido de la muchacha que está frente a mí descompongo el vestido en el paño del que está hecho, el trabajo con que lo hicieron -pues lo veo como vestido, no como paño- y el sencillo bordado que rodea la parte que contornea el cuello se me aísla en el hilo de seda con el que se bordó, y el trabajo que costó bordarlo. E inmediatamente, como en un libro elemental de economía política, se desdoblan delante de mí las fábricas y los trabajos- la fábrica donde se hizo el tejido; la fábrica donde se hizo el hilo de seda, de un tono más oscuro, con que rodea de cositas y retorcidas su sitio cerca del cuello; y veo las secciones de las fábricas, las máquinas, los obreros, las costureras, mis ojos vueltos hacia adentro penetran en las oficinas, veo a los gerentes intentar permanecer tranquilos, sigo, en los libros, la contabilidad de todo; pero no es sólo esto: veo, más allá, las vidas domésticas de los que viven su vida social en esas fábricas y en esas oficinas... Todos se van desplegando ante mis ojos sólo porque tengo frente a mí, bajo un cuello moreno, que tiene del otro lado una cara que ignoro, una irregular orla regular verde oscuro sobre el verde claro de un vestido.

 

Fuente: Libro del desasosiego. Fernando Pessoa. Quaderns Crema. Barcelona. 2002.

 

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