EL FUTURO ECONÓMICO DE CATALUNYA
Focus: Economía
Fecha: 11/11/2021
En una economía de mercado, como es la nuestra, resulta razonable que en los foros económicos profesionales se debata sobre su futuro, como han hecho recientemente un nutrido y selecto grupo de economistas en el Col·legi d’Economistes de Catalunya.
Algunos colegas y personas afines me han pedido una opinión sobre este tema, y ante su insistencia y desde el más profundo escepticismo me atreveré a expresar mi punto de vista, construido sobre la base de algo más de medio siglo dedicado a dirigir empresas privadas industriales, comerciales y de servicios.
1.Una reflexión personal
A mediados de los setenta del siglo pasado tuve la oportunidad de vivir directamente la ruptura epistemológica en el plano económico entre los “años dorados” del capitalismo surgido tras la II Guerra Mundial (1946-1973) y el nuevo paradigma producido tras las guerras entre Israel y los países árabes, en las que los países occidentales se pusieron al lado del Estado judío. La respuesta árabe fue directa y contundente: aumentaron súbitamente y de forma importante el precio del crudo de petróleo y empezaron a bloquear el suministro a los países que se habían destacado posicionalmente en su contra. Esto ocurrió en octubre de 1973, cuando el mundo económico todavía sufría el impacto del abandono por parte de Estados Unidos del patrón oro, la devaluación del dólar, la flotación del resto de divisas y el progresivo desmoronamiento de los patrones construidos por John Maynard Keynes y Harry Dexter White en Bretton Woods en 1944.
En mi condición de director de planificación estratégica de una corporación industrial química con vocación global mantenía un estrecho contacto con mis colegas internacionales del sector, pues en el Estado español eran escasísimos los ejecutivos con este tipo de responsabilidad, ni en la industria química ni en ninguna otra. Acudía a los congresos, conversaba, me documentaba, aprendía nuevas técnicas e instrumentos de análisis.
Y si cuento esto es porque aprecié un cambio radical en la visión de futuro que tenían las grandes corporaciones industriales. E insisto en su condición de industriales porque ante los continuos avances tecnológicos, este tipo de empresas tenían que destinar importantes recursos a nuevas inversiones, cuyas amortizaciones a largo plazo exigían rigurosos estudios de viabilidad.
Esos foros se hacían cada dos años y voy a referirme únicamente a los celebrados en 1976 (Cleveland) y 1980 (Londres) para apreciar el contraste.
En 1976 las empresas que presentaron públicamente sus proyectos operaban todavía con el formato tradicional, que podría expresarse con la sentencia de que “el futuro es la extrapolación del pasado”. Todavía hoy, casi cincuenta años más tarde, hay muchas empresas que preparan lo que ellos llaman “presupuestos” del próximo año basándose en los resultados estimados del corriente, lo que conceptualmente es un error notable. Pero en el 76 los horizontes proyectados eran a cinco o diez años. Era razonable actuar así cuando la estadística nos decía que el PIB de Estados Unidos, entre 1959 y 1973, había crecido un 3% anual en términos acumulativos. Además las empresas industriales financiaban sus grandes inversiones con dinero ajeno y la banca exigía un horizonte lo suficientemente largo como para recuperar el capital. Todo era teórico, pero así se había ido funcionando durante muchos años.
En 1980, apenas cuatro años más tarde, la atmósfera del congreso era muy distinta a la placidez Wasp que habíamos gozado a las orillas del lago Erie. Los economistas habían tirado a Keynes por la borda y Friedman y sus “Chicago boys” empezaban a ganar notoriedad. Los Estados pararon las inversiones públicas y redujeron los gastos sociales. Había que estabilizar la oferta monetaria y apareció un nuevo fenómeno (la estanflación), una peligrosa combinación de estancamiento e inflación. En este entorno, el sector privado dio un cambio brusco de timón. Los horizontes se acortaron. La única certeza respecto al futuro era que el nivel de incertidumbre era total. Algunos ya anticipaban el segundo shock-oil, que desgraciadamente se produjo un año más tarde. La mejor lectura del estado de la situación fue la respuesta en un debate del que entonces era presidente ejecutivo de ICI (Sir Harvey Jones), representante de una de las corporaciones químicas más importantes del mundo. Ante la pregunta sobre qué planes tenía ICI (Imperial Chemical Industries) sobre el futuro, Jones respondió socarronamente que su empresa había estrechado los términos y que más allá de dos años todo era oscuro.
Y aquella lectura no ha perdido actualidad sino que ha ido a más. Hablar de futuro en términos de previsión es un ejercicio inútil. Nadie previó la caída del Muro de Berlín, ni el estallido de la burbuja de las “punto.com”, ni la crisis financiera de las “subprime”, ni la desaparición de Lehman Brothers, ni la pandemia del Covid19. Cuando Nassim Taleb nos describió la figura del “cisne negro” (un hecho insólito y repentino causante de un gran impacto), no creo que imaginara que los cisnes negros se multiplicarían. Y se han multiplicado.
2.Una reflexión metodológica
Técnicamente y cuando se hacen proyecciones de futuro hay una cierta confusión en el empleo de términos. En las organizaciones internacionales y en el mundo académico se utiliza el término “previsión”, que es el resultado de manejar un conjunto de variables y alcanzar un pronóstico de lo que puede suceder, siempre que se cumplan las hipótesis sobre esas variables. Es una lectura propia de funcionarios bien remunerados que cuentan con los equipos necesarios para hacer este ejercicio.
En las empresas bien dirigidas del sector privado (que son pocas), el enfoque es distinto. En una primera etapa se sigue el camino trazado por el colectivo anterior, lo que genera distintos “escenarios”, en función de las hipótesis más relevantes. Y entonces empieza el trabajo serio, que supone “planificar” el futuro deseado. No se hace “previsión” sino “planificación”. Y este último concepto incluye la voluntad humana para “crear el futuro”. En la cultura anglosajona hay un dicho nuclear: “Nada sucede en la vida a menos que tú lo hagas suceder”. En el proceso planificador se trabaja con cuatro entornos que actúan concéntricamente: el general, el sectorial, el competitivo y el de mercado. Es un proceso duro que exige esfuerzo y conocimiento. La planificación es proactiva; la previsión es pasiva. La planificación integra planes de acción con asignación de objetivos, responsables, tareas, recursos y control. La previsión hace una lectura contable de la vida; cuadra cuentas. Burocracia pura y dura. La planificación baja a planta, contrasta los hechos, asume riesgos. La previsión es un trabajo de supercomputadoras.
3.El futuro económico de Catalunya. I
La OCDE, el Banco Mundial, los servicios de estudios de distintas instituciones financieras y un largo etcétera de organizaciones hacen previsiones sobre el futuro económico del mundo, de la Unión Europea, del Estado español, de Catalunya y de lo que usted quiera. A medida que pasa el tiempo las van ajustando según los últimos resultados. Los medios de comunicación se hacen eco de tales previsiones/predicciones como si fueran el Santo Grial, en parte porque no las saben interpretar y en parte porque surfean sobre las noticias frívolamente. En el caso del Estado español, los gobiernos de funcionarios se suceden unos a otros, por lo que ya se sienten cómodos con estas figuraciones matemáticas. Se refugian en algunas cifras macro (el crecimiento del PIB, la tasa de desempleo, la tasa de inflación) y no entran en un análisis cualitativo porque son incapaces de hacerlo.
4.El futuro económico de Catalunya. II
Cuando trabajamos sobre Catalunya y su futuro solo podemos operar con dos hipótesis que concretan los espacios a definir: Catalunya como parte del Estado español y Catalunya como Estado independiente. El resto de escenarios no son creíbles. Casi todos los análisis que se hacen sobre este tema cuentan con el marchamo “oficial”; son previsiones que dan por sentado que Catalunya forma parte del Estado español. Estas previsiones se refugian de nuevo en los datos macro (PIB, inflación, desempleo), pero no cambian lo sustancial: el volumen del déficit fiscal, la baja inversión en infraestructuras públicas, el control del acceso al mercado de capitales, el mantenimiento de los oligopolios energético, bancario y de otros suministros básicos, la intromisión de órganos administrativos centrales, etc. Hacen una lectura sincrónica de Catalunya: 7,7 millones de habitantes; 32.000 kms. cuadrados; un 14% de desempleo; un PIB per cápita de 28.800 euros; líderes del Estado en exports e imports; un 20% del PIB del Estado. Una foto fija muy mona que va perdiendo brillo.
Y todo esto no es nuevo. Fijémonos en los antecedentes:
- Hasta la guerra civil, el PIB per cápita de Catalunya era un 50% superior a la media española.
- El franquismo puso el máximo esfuerzo en desindustrializar Catalunya.
- El Estado postfranquista ha mantenido ese enfoque: reducir la inversión pública para hacer menos atractiva la inversión privada.
- Se han inventado un sistema de financiación a través del cual los contribuyentes catalanes financian a los contribuyentes españoles.
- No publican las balanzas fiscales porque saben que los ponen en evidencia.
- Cuando las publicaron, hace ya muchos años, hicieron malabarismos anteponiendo dos opciones: la del flujo monetario (tanto entra, tanto sale) y la de carga-beneficio. Y en esto último está la trampa, ya que el supuesto “beneficio” es de naturaleza subjetiva. El Estado español en un Estado colonial sin colonias. Sobran la mitad de órganos inútiles que perjudican en lugar de beneficiar. En la empresa privada uno asume la carga y el beneficio. Un Estado catalán independiente debería ser un Estado ligero, sin ataduras con el pasado.
- En los gobiernos de funcionarios –como es el caso– los altos funcionarios manejan los fondos públicos acogidos al “azar moral”. Es decir, si se equivocan (cosa que ocurre a menudo) nadie les pide cuentas, por lo que ellos se sienten cómodos tomando decisiones arriesgadas. Y un ciudadano cuyo único riesgo personal en su vida privada ha sido firmar la hipoteca de su primera vivienda, no está capacitado para tomar riesgos públicos. Los gobiernos españoles son caros e ineficientes.
- Somos el 16% de la población del Estado, pagamos el 20% de los impuestos totales, recibimos el 14% del gasto público, y si quitamos la partida de la Seguridad Social (que no es discrecional), el 14% queda reducido al 11%.
- Secuestran los fondos del PAC europeo (Programa Agrícola Común) y lo reparten entre amigos y conocidos.
- Es muy probable que hagan lo propio con los fondos de Next Generation procedentes de Europa. Lo harán con las subvenciones (que son gratuitas), porque el grueso de la partida (créditos que se han de devolver) tratarán de no solicitarlos, ya que saben que aumentarían la Deuda Pública del Estado, que ya está por las nubes.
- Hacen que el corredor ferroviario del Mediterráneo tenga un tramo que va de la estación de Atocha a la de Chamartín (en plena meseta). Esto no se le habría ocurrido ni a Groucho Marx.
- Para más inri, nunca cumplen los presupuestos que ellos mismos confeccionan para Catalunya en los Presupuestos Generales del Estado. La ejecución siempre queda por debajo de lo presupuestado.
- Desde 1978 han salido de los bolsillos de los contribuyentes catalanes (personas y empresas) unos 300.000 millones de euros, cifra superior al PIB de Catalunya (250.000). Si no hubieran salido, el impacto macroeconómico de esta cifra habría dado un enorme impulso a la economía del país.
Si imaginamos Catalunya como una empresa (ejercicio que ya llevé a cabo en mi libro “Catalunya, a la independència per la butxaca”), nos daremos cuenta del sinsentido de todo ello. La cuenta de resultados antes de la “mordida” del Estado central da beneficios. Somos rentables. Pero después de su intervención, generamos pérdidas y reducimos nuestro valor patrimonial. Resumiendo: no se puede prosperar cuando se tiene al Estado en contra. Mi posición es clara: como parte del Estado español, el futuro económico de Catalunya es “less than zero”.
5.El futuro económico de Catalunya como Estado independiente
Es por ello que vamos a trabajar sobre la única hipótesis que nos parece viable económicamente: Catalunya, como Estado independiente. Y empezaremos por el análisis del entorno general, que se nos presenta complejo y enmarañado. Los entornos sectorial, competitivo y de mercado son específicos de cada empresa y no podemos utilizarlos para una nación. Veamos algunos inputs:
- El Covid19 ha venido para quedarse. Al margen de la salud, los efectos colaterales sobre la economía mundial son evidentes. Quien no lo asuma se equivocará.
- Uno de esos efectos es el fallo en los suministros. Cualquiera que haya programado una fabricación en línea sabe de las dificultades que entraña producir con discontinuidades, paros en la producción, etc.
- Algunos países (en especial China) han acaparado productos estratégicos (tanto materias primas como productos intermedios) reduciendo indirectamente el volumen de la oferta.
- Los costes energéticos se han disparado, con el protagonismo insólito del gas.
- Paralelamente también se ha producido un incremento notable en los costes industriales, con la consiguiente pérdida de margen para las empresas.
- Ha vuelto la inflación, hasta ahora contenida. Esto castiga al ahorro y apunta un probable aumento de la tasa de interés básica.
- La demanda es inestable, lo que se añade a lo anterior.
- En muchos puertos (en especial en el Pacífico) hay muchos barcos cargados de containers que no pueden hacer la operación de carga y descarga porque no tienen espacio ni mano de obra para hacerlo. Hay problemas logísticos que costará solucionar.
- Los fletes siguen aumentando, máxime si tenemos en cuenta que el transporte marítimo es un sector oligopolizado.
- Las obligadas cuarentenas del personal producen disfunciones en planta. Los británicos le han puesto un nombre a todo ello: “pingdemic”, que es lo que te ocurre cuando te llaman de Sanidad y te dicen que has de hacer cuarentena porque un conocido tuyo o un familiar directo se ha contagiado.
- Se ha visto que el “just-in-time” es muy bonito si la máquina está bien engrasada, pero si no (como es el caso) es un auténtico desastre.
- La parte positiva es que se ha comprobado, después de mucho tiempo, que las deslocalizaciones han hecho renacer el arancel de la distancia. La alternativa son productores locales, que hay que saber buscar y si es necesario financiar.
- La política monetaria de los bancos centrales (comprando papel de todo tipo en los mercados e insuflando dinero a manos llenas) ha llegado a su límite. Lo que fue inicialmente una medida prudente, se ha transformado en un fiasco.
- Se ha producido una sobrevaloración de los activos financieros, que son los que han aprovechado la entrada de dinero fresco.
- Los ganadores (siempre hay ganadores) son los líderes de la venta online. La venta al detalle ha quedado muy erosionada.
- El teletrabajo (que no siempre es posible) rompe ciertas rutinas procedimentales y aleja el compromiso con la empresa.
- Como bien dice Joan Vila, no hay consciencia de la transición energética. No se trata de pasar de un coche con motor de combustión a un coche eléctrico. La única opción que queda si queremos salvar el planeta es una transformación radical de la economía: producir menos, consumir menos. Es un cambio cultural. La reciente reunión de Glasgow del G20 es puro teatro.
Hay muchos más inputs, pero con estos ya tenemos un retrato de lo que ocurre ahí afuera.
6.So what ?
- La primera y más sustancial ventaja económica de una Catalunya independiente es su tamaño. Los que apuestan todavía por las economías de escala típicas de los países mayores se equivocan totalmente. Deberían releer a Porter. Las economías de escala producen liderazgo en costes para productos homogenizados. Si buscas la mínima diferenciación, no la encuentras. Los mercados se han ido segmentando progresivamente y es más propio de los países pequeños (como Austria o Dinamarca) buscar la diferenciación o focalizarse en un colectivo determinado. Como bien decía el gran economista alemán Ernst Schumacher, que Keynes tomó bajo su protección durante la guerra, “Small is beautiful”. No solo lo decía sino que lo practicó, ya que contribuyó a que Scott Bader, un pequeño fabricante británico de resinas, adhesivos y polímeros especializados, llegara a transformarse en uno de los líderes mundiales en su especialidad. En Catalunya el 92% de las empresas tienen menos de diez trabajadores. Son, como diría Charles Handy, pulgas que aventajan a los elefantes por su dinamismo, verticalidad y proximidad a los hechos.
- La segunda ventaja, que podría considerarse un prerrequisito, es que una Catalunya independiente contará con un Estado a favor. Con ello se romperá la aberración que ha supuesto históricamente para Catalunya y sus habitantes tener todo lo contrario. Y este factor es clave, ya que el margen de maniobra de un Estado es muy alto en los ingresos y prácticamente total en los gastos. Un Estado controla fácilmente un 50% del PIB.
- Consecuentemente un Estado independiente recuperará la plena soberanía fiscal, tanto en el plano normativo como en el de la gestión y en el de la recaptación. Solo aquellos con experiencia en la gestión del capital de trabajo de una empresa privada saben de lo importante que todo esto significa.
- Al recuperar la soberanía fiscal, el Estado catalán podrá defender y asegurar mejor las pensiones que el Estado español, por dos simples razones: porque la tasa de desempleo es más baja y porque el salario medio es más elevado (trabajadores mejor cualificados) y su cotización a la Seguridad Social es más alta.
- Geopolíticamente Catalunya está muy bien ubicada. Es el norte del sur, a orillas del Mediterráneo, con dos puertos importantes que debidamente integrados a una línea férrea de ancho europeo podrán canalizar mercancías a Europa con facilidad, evitando que los barcos que atraviesan el Canal de Suez tengan que entrar en el Atlántico en un arco de 180 grados para descargar en puertos del norte, como Rotterdam, con el consiguiente aumento de los fletes. Esto es ser competitivo.
- Catalunya, que inició su proceso de industrialización en el siglo XVIII (proceso al que España no quiso incorporarse) ha mantenido esas constantes. Se estima (ver trabajos de Modest Guinjoan) que el 50% de la economía catalana depende directa o indirectamente de la actividad industrial. Es cierto que han disminuido las empresas manufactureras, pero al aumentar la productividad y externalizar aquellas funciones que no constituían el “core business”, la producción pre-Covid (2019) fue similar a la de los mejores años (2000-2007).
- Esto explica un cambio en el volumen del personal contratado. Hay unas 400.000 personas directamente implicadas en el proceso productivo y 500.000 en servicios a empresas.
- La dinámica exportadora (ya reflejada en la foto fija de la Catalunya autonómica) ha sido espectacular. El boom de la exportación tiene una de sus bases en las medianas empresas especializadas. Se estima que hay unas 18.000 empresas que exportan regularmente y 3.000 de ellas tienen filiales en el exterior.
- Y todo ello queda confirmado en la distribución de las ventas de Catalunya en la actualidad. Un 25% queda en casa. Un 25% va a España. Y un 50% al resto del mundo. Hace treinta años la dependencia del mercado español era muy elevada y ahora ha desaparecido. Por proximidad el mercado español continúa siendo importante para las empresas catalanas, como lo es el mercado catalán para las empresas españolas. Pero a mi juicio, aquellas empresas que no han sido conscientes de los costes de esa dependencia pueden sufrir a medio plazo, como sufren las empresas que dependen de un cliente principal.
- Catalunya, respecto a otros territorios del Estado, es la que tiene una economía más abierta, liderando tanto las exportaciones como las importaciones. Una economía abierta es un signo de vitalidad y solidez.
- Poseemos grandes clústeres industriales, como el del automóvil, la industria química, el sector agroalimentario, el sector moda. Un clúster cuesta mucho de crear, pero cuando alcanza su pleno funcionamiento es un activo seguro para un país. Esto explica, entre otras cosas, que Seat-Volkswagen no dejara Martorell por muchas presiones que recibiera del Estado español. La burda incursión de la política en las actividades de una multinacional fuertemente asentada en un territorio y dotada de un extenso clúster, fue desestimada por razones económicas, que son las únicas que cuentan en una empresa bien gestionada.
- Catalunya cuenta con una cultura emprendedora con profundas raíces históricas. No es el emprendedor que desarrolla aplicaciones para móviles al estilo Silicon Valley (la mayoría totalmente inútiles), sino aquel que piensa, desarrolla y ejecuta un proyecto económico en base a esos rasgos de la cultura catalana que tan bien describió Ferrater Mora: la continuidad, la medida, la ironía y el seny. Esa continuidad, esa permanencia, esa disciplina explican buena parte de los objetivos alcanzados por la sociedad civil. La medida, la justa medida, es una lectura objetiva de las cosas; es liquidar los castillos en el aire, quebrar los excesos verbales, hacer caso omiso de las fantasías caprichosas tan queridas por nuestros vecinos. Y si algo interfiere, los catalanes cuentan con el distanciamiento que permite la ironía, ese juego que utiliza las palabras y su entonación para dar una señal explícita de alerta. Y por último se cierra el círculo con el seny, esa predisposición natural a apreciar y comprender, a modo de síntesis, el sentido real de las cosas, muy lejos del sentido común, un concepto más neutro y convencional, muy extendido en las sociedades tradicionales. Cuando al inicio de la Revolución Industrial en Catalunya los burgueses enviaban a sus hijos a Inglaterra para que aprendieran las técnicas de hilar y tejer, las formas de vida catalana viajaban con ellos.
- Una debilidad que puede afectar a esta cultura (más calvinista que católica) y que en cierta medida la ha afectado ya, es el contagio de la cultura castellana, una cultura orientada al funcionariado y a las oposiciones. Un Estado catalán independiente ha de tener dos bases públicas sólidas (educación y sanidad), pero ha de ser ligero en el resto de servicios. Repetir el modelo colonial sería un error con gravísimas consecuencias. En España el funcionario es un empleado del Estado; en el Reino Unido es un “servidor público”. Y esta diferencia es sustancial.
- La mejor prueba del carácter competitivo e innovador de Catalunya es que el 34% de todas las patentes del Estado nacen en Catalunya, que cuenta además con grandes centros de investigación, que van desde el Centre de Regulació Genòmica al Institut de Recerca Biomèdica de Barcelona; de l’Institut de Salut Global a l’Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer; de l’Institut d’Investigació Biomèdica de Bellvitge a l’Institut de Recerca Hospital Universitari Vall d’Hebron; del Sincrotó Alba a l’Institut de Ciències Fotòniques; del Centre de Recerca Matemàtica a l’Institut Català de Nanociència i Nanotecnologia. Es prácticamente imposible encontrar un campo del conocimiento que no tenga un soporte de investigación. Aunque todavía hay mucho por hacer, las bases están fijadas.
- En los mercados financieros el papel catalán ha estado en los últimos años muy mal calificado (bonos basura), no porque los posibles compradores dudasen de la solidez de la economía catalana, sino porque el mecanismo creado por el Estado para trasvasar parte del dinero de los contribuyentes catalanes a otras aplicaciones cuestionaba esa solidez (como ya se ha comentado). Esta anómala situación se produce en un medio cerrado con una banca española oligopolizada (cinco bancos controlan el 90% del mercado). Hay que abrir las puertas al campo: transformar el Institut Català de Finances en el Banco Central catalán, permitir el despliegue de la banca internacional en nuestro territorio, fomentar y desarrollar la Bolsa catalana, abrirse a otros proveedores financieros (fondos de inversión, capital riesgo, aseguradoras), crear un ente regulador comprometido. Los grandes operadores financieros acuden raudos a las capitales de las naciones que prosperan. No tardarían en desplazarse a Barcelona, capital de una Catalunya independiente.
- Una Catalunya independiente no estaría al dictado de AENA. Como bien ha precisado Joan Amorós, presidente de FERRMED -el gran lobby europeo del ferrocarril- el aeropuerto del Prat ya tiene sus ventajas competitivas. Está próximo al mar y por tanto hay más oxígeno y a los aviones les cuesta menos despegar por ser la combustión más fácil. Es sabido que la altitud del aeropuerto tiene un coste añadido a veces ocultado. Dice Amorós, con amplia experiencia en proyectos industriales, que no hay que ampliar la pista sino conectar el aeropuerto con la línea férrea de alta velocidad. Otra opción sería alargar una de las pistas hacia el mar. Si la capacidad normativa está próxima a los hechos, todo fluye de una manera sencilla.
- Para dimensionar el papel de Barcelona en el manejo de mercancías y pasajeros, el equipo de FERRMED está haciendo un estudio en profundidad en varias ciudades europeas. Una primera aproximación, que han hecho pública, indica que Barcelona mueve diariamente (en condiciones normales) un tránsito de 786.000 toneladas; París 698.000 y Madrid 453.000. Todo esto con un Estado en contra.
- Hay que dar también prioridad al transporte de mercancías por ferrocarril. No tiene sentido y está en contra de la lógica medioambiental que continúe dominando el transporte por camión. Mientras que en Europa hay países que transportan el 20% de su carga por ferrocarril (Alemania el 23%), en el Estado español la cifra es del 2%. En Catalunya es algo mejor, pero muy baja (el 6%). El puerto de Barcelona lidera el cambio con un 16%.
- No podemos olvidar el papel del turismo en una Catalunya independiente, aunque nuestra posición discrepe de la comúnmente aceptada. Creo que a medio plazo el turismo de masas, que ha transformado Barcelona –con la ayuda de la señora Colau– en un parque temático, va a desaparecer. Esto supone una reestructuración profunda de las infraestructuras privadas creadas para ajustarse a esa tipología y volumen. Ese turismo se desplazaba mayoritariamente en avión y los vuelos se van a encarecer. Si se pretende –como recomienda la Unión Europea– reducir la emisión de gases contaminantes en un 55% y obligar a las compañías aéreas a utilizar el queroseno “verde” (mucho más caro que el actual), volar en avión no tendrá el uso que tenía. Los fabricantes de aviones (Boeing y Airbus) ya han manifestado su decisión de suprimir la fabricación de grandes aviones. Se pasará gradualmente de un turismo de masas (y nos referimos al internacional) a un turismo más elitista en términos económicos (personal y de negocios), que genera más valor añadido por su capacidad de compra y su más prolongada estancia, que es la única forma de compensar el negocio de un turismo de masas en el que el valor añadido es mínimo y se salva por el volumen. Hay que fomentar también el turismo doméstico (poco cuidado), pues se da la llamativa paradoja de conocer (muy superficialmente) la capital de Croacia o de Costa Rica e ignorar los valores de la comarca más próxima a tu residencia habitual. Todo esto se producirá de forma lenta pero progresiva y el gobierno de una Catalunya independiente tiene que saber conducir este cambio de paradigma.
7.La economía catalana como telón de fondo
Hasta aquí nos hemos limitado a hacer un retrato de como visualizamos el futuro de la economía en una Catalunya independiente, poniendo como contraste la foto fija de la economía en una Catalunya autonómica. Somos conscientes de que todo ello exige una ruptura política con el Estado y esto no es tarea fácil. El aparato represivo organizado por los partidos dinásticos sigue su marcha con todos los medios a su alcance. Tampoco creemos que muchos de los líderes que se autodefinen como independentistas tengan la capacidad y el coraje para manejar este contencioso. Hay que tener en cuenta además –como dice irónicamente Xavier Roig– que tenemos al enemigo en casa, a la puerta de al lado. Y lo tenemos por la derecha, representada por esos falsos empresarios que dirigen antiguas empresas públicas hoy privatizadas o empresas reguladas a través del BOE, y que se amontonan en las reuniones de Foment, y por la izquierda (los residuos de una izquierda que fue) representada por esos ciudadanos privilegiados que se mueven entre el populismo y el internacionalismo, sin saber que todo esto huele a rancio, y que declaran públicamente (como si esto fuera una novedad) su profunda y aprendida aversión al orden burgués. Todos ellos dan pena, bien apalancados, pero están ahí.
Ya lo dijo Antoni Rovira i Virgili hace un siglo: “No es tracta que els polítics de Madrid ens governin bé; es tracta que deixin de governar-nos”. Si no se alcanza esta meta, la economía catalana irá deteriorándose y dará sentido a un gobierno de la Generalitat transformado en una gestoría administrativa de provincias, uno de los sueños húmedos más compartidos por la ciudadanía del Estado.
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